Las mujeres necesitan una mencion aparte.
John Lennon decia que las
ucranianas lo habían dejado sin aliento y que no tienen comparación con las del oeste :
"(...)Well the Ukraine girls really knock me out
They leave the west behind (...)"
John Lennon - Back in the USSR
y actualmente hacen furor
sobre las pasarelas. Las ucranianas se saben bellas y no lo esconden.
Subidas a altisimos tacos, con transparencias, mini shorts, minifaldas, mini todo,
maquilladas acentuando sus razgos eslavos, es dificil no darse
vuelta, ¡hasta para mi! Son muy femeninas, el pelo largo, cuidado,
peinado en trenzas o perfectamente cepillado, caminan elegantemente,
subidas a tales alturas, por las calles empedradas y desniveladas de
la capital. Flacas, esbeltas, femeninas, no en vano el culto a la
mujer en Ucrania es tan importante.
Sin embargo, la vida dura hace de
estas preciosas jovenes, mujeres maduras con razgos cansados. La
devoción hacia sus respectivas familias les hace olvidar un poco el
cuidado personal y, detrás de expresiones de fatiga, de los pañuelos
que cubren sus cabezas, de los muchos kilos de más y de los vestidos
amorfos hasta los talones, se adivinan los razgos de las hermosas
mujeres que fueron.
Los hombres idolatran a sus mujeres, las protegen, las defienden,
hablan de ellas. Es una sociedad donde la mujer tiene mucho peso, es
ella la que decide en casa. Es ella la que hace todo: trabaja a la
par del hombre fuera de casa y vuelve para ocuparse de su hogar y de
toda su familia. Ella es el centro de universo, a ella recurren por
consejos, por apoyo, por comida, por amor. Ellas no muestran
cansancio, responden con dulzura la atencion de sus familias, se
contentan con la felicidad de sus hijos y mantienen el universo
girando.
En
las calles se ven muchas, muchas mas mujeres que hombres. Desde las
adolescentes y adultas jovenes con sus larguisimas piernas
bronceadas, hasta las babushki
que venden flores o frutas y verduras en la calle. Estas ultimas, con
una pension de miseria, no tienen alternativa que seguir trabajando
para sobrevivir. Los hombres viven 12 años menos que las mujeres (la
esperanza de vida de los hombres es de 60 años y la de las mujeres
de 72 – PNUD 2008).
Pienso
en las vidas de estas mujeres que sentadas en un balde puesto al
revés, en la vereda o en el tunel del metro, venden los tomates mas
ricos del mundo que ellas mismas cultivan en sus huertos y se me
estremece el cuerpo. Una babushka
que nació en las primeras decadas del siglo XX, vió desfilar ante sus
ojos dos guerras mundiales, una cortina de hierro, hambrunas,
revoluciones, progreso, decadencia, nacimientos, destrucción, una independencia... Y
ellas estan ahi, con sus pañuelos en la cabeza, sentadas, vendiendo
tomates para sobrevivir. Qué fuerte.
Ayer fuimos a visitar a la abuela. La señora nació y vivió toda su
vida en la misma ciudad, sólo se mudó una vez, a 100 metros de su
casa anterior, cuando se volvió a casar, después de quedar viuda. Con
sus ojos profundos, donde todavia se ve el mismo brillo que en los
ojos de su hija, y sus manos ahora víctimas de Parkinson, trabajó toda su vida en una fábrica haciendo trabajo de precisión: ajustaba
instrumentos para medir. Esta señora, universitaria, vio gran parte
del siglo XX desfilar delante de sus ojos. Cuántos recuerdos de los
felices años soviéticos quedarán en su memoria. Cuántas esperanzas
se irán con ella de un futuro que no fue.
Un rato mas tarde, vino su amiga de infancia a visitarla. Esta
señora, ingeniera, vive con sus dos nietos desde la muerte de su
segundo hijo. Una mujer activa que sabía de la inmigracion judía en
America Latina, que quería escuchar hablar en castellano y que estaba
contenta de ver a su nieto postizo, venir a la ciudad natal con su
compañera... aunque ésta sea extranjera.
Los
ucranianos son como su pais: frios, serios y secos al primer
approach.
Pero, una vez penetrada la barrera de las diferencias culturales, se
descubren hospitalarios, amables, educados, entrañables. Me siento
bienvenida, cómoda. La gente me abre las puertas de sus casas y, sin
idioma en común mas que el de las sonrisas y el respeto, me hacen
sentir como en mi casa.