10 abril 2009

¿Cuánto tiempo es ahora?

¿Cuánto tiempo dura el presente hasta que se convierte en memorias?

 Estoy pensando mucho en ésto estos días, pensando en la inmediatez en la que se espera que sucedan las cosas, en la inmediatez con la esperamos los resultados a las diferentes acciones. Si el ahora es muy corto, las experiencias no se pueden contar sin que se conviertan en recuerdos

Por ejemplo, pensaba en el proceso de escribir una carta: pensar en el destinatario, en que quiero saber de él y quiero que sepa de mí, busco un papel, busco una lapicera con la que me guste escribir, me siento en un lugar cómodo, con buena luz. Pienso cuidadosamente las frases, los signos de puntuación para que transmitan lo más fielmente posible lo que quiero que esa persona sepa, sienta, comparta. Pienso en un cierre, en un saludo, en un deseo. Doblo celosamente el papel en el que acabo de volcar mis sensibilidades. Me imagino la cara de la persona cuando encuentra mi carta en su buzón, me imagino lo que siente al leer el remitente, me imagino que piensa en mí, que ve su nombre escrito con mi letra. Me imagino a la persona buscando algo con qué abrir el sobre, sentándose en algún lugar elegido a leer mis letras, mis palabras cuidadosamente escogidas para transmitirle mis sentimientos. Me imagino las sensaciones que quedan después de leer mi saludo final. Me imagino si querrá compartir esa carta, si se la dará a alguien para que la lea o si se la comentará solamente…

¡Hace tantos años que no escribo una carta! ¡Y con lo mucho que me gustaba!

Alguna sinapsis dentro de mi prolífica imaginación, relaciona esta obsesión por la inmediatez con el hecho de aparentar, de fingir, de faire sembler. Por alguna razón que todavía no logro identificar, veo un indicio de falsedad en toda esta obstinación por el “ya”. Y debo reconocer que en estos asuntos, las mujeres llevamos la delantera cómodas. Las mujeres fingimos talles de corpiños, colores de pelo, ojeras, altura, pestañas despobladas, bocas pequeñas, malas compañías… y, por supuesto, orgasmos.

Por más que ponga empeño, no logro descifrar la verdadera causa por la cual las mujeres somos expertas en estos temas. Pero por alguna razón –como dije antes- se me ocurre relacionarlo con la necesidad de inmediatez. ¿Será la necesidad de gustar, de caer bien, de hacer sentir bien a los demás ya?, ¿será una especie de apuesta a futuro del estilo “me juego  todas las cartas ahora“? Realmente no lo sé y cualquier piecita que aporte a este puzzle es bienvenida.

Y por último –como yo soy mi propio conejito de indias, mi propio experimento sociológico- traslado todo este blablablá a mí. Y se me ocurren ideas sueltas como que quizás el hecho de que yo sea tan lenta tenga que ver con que no sé disimular (como mi mamá no sabe, ella nunca me enseñó), con que soy muy honesta con lo que siento.

Ansiedad, paciencia, ahora, búsqueda, relación, respuesta, tiempo.

Uf!

6 comentarios:

Sebastián Leonangeli dijo...

La necesidad de inmediatez, a mi entender, mata todo lo que es lindo en este mundo. La velocidad es inversamente proporcional a la memoria, decía Milan Kundera en un libro que te recomiendo ampliamente sobre todo en esta época, en la cual estás pensando en estas cosas, llamado "La lentitud".
Besos y nunca dejes de cuestionar todo

Helena à Paris dijo...

Gracias, Sebas. Leí La Lentitud hace varios años, creo que Milan me lo dedica en la 2da página ;-)
Cuando les daba un postre a los nenitos que yo cuidaba en Francia, me pedían una cucharita de café minúscula para comerlo. Decían que así lo disfrutaban más y no se acababa tan rápido. Qué sabios, no?

Natalia A dijo...

desde mi punto de vista no hay una relación tan directa entre la inmeditez y la ficción.
Pero es cierto, yo tb a veces me pregunto por qué hacemos todas esas cosas, y nos parece tan natural! (en sentido de obvio, mecánico, irreflexivo)
La inmediatez... que tema! siempre volás tan alto! Creo qe es una especie de conciencia súbita de nuestra existencia efímera, y el terror de perderla. Es perderse la mayor parte de las cosas por no querer dejar nada afuera. No creo que hayamos sido siempre así. En alguna época, creo, se vivía diferentemente... Pero puede ser que la ignorancia de ciertas cosas (no tanto ignorancia como inconciencia) nos proteja de la inmediatez... es mejor no hacerse tantas preguntas... se vive más (en sentido de intensidad, no temporal).
Gracias por hacerme ejercitar la neurona!
Beso

Helena à Paris dijo...

Nati: puede ser que mi relación esté un poco tirada de los pelos pero vaya uno a entender qué procesos químicos se dan dentro de mi cabeza...
¿Y te parece que los que no se hacen preguntas viven mejor? Yo, realmente, no puedo evitarlo.
¡Gracias por pasar a visitarme!

L.A. dijo...

recuerdas que te hable de esa historia de Efraín y María hermanos adoptivos que se enamoran en su juventud, separados por mares picados y fríos, pero pacientes a la espera de la siguiente carta, esta historia de amor escrita en 1867 por Jorge Isaacs Ferrer en una de las Quintas mas hermosas de Colombia rodeado por aires cargados de azúcar y melaza de Valle del Cauca contrasta con la idea de como puede ser una historia de amor contemporánea, que de eso tambien hablamos un poquito; seguramente frases como "no tengo saldo" "tu mail esta mal" "no tengo minutos" "se cayo la conexión" y rollos mas elaborados como "el servidor no funciona"; inmersos en este afán de respuestas, necesidades de saber, apuros y trajinadas prisas; corroen la posibilidad de contemplar, pensar, construir y seleccionar lo perfecto, nuestros procesos han sido viciados por la modernidad acelerada. Creo que regresar al origen no es involución todas las veces, puede ser una manera de encontrar lo perdido por buscar la figura y descuidar el fondo.

Helena à Paris dijo...

¡Fantástica esa historia! y espero que me lleves al Valle del Cauca cuando vaya a Colombia.