No pasó mucho tiempo desde la proposición y sin embargo ya todo está en marcha.
Finalmente, después de un año y tres meses juntos, decidimos casarnos.
Es raro. Yo nunca soñé con casarme. Siempre fui un poco de esas que cree que no es necesario presentarse frente a ningún tipo de autoridad para dejar asentado tu amor por alguien. Vivir juntos, hacer planes, compartir la vida, siempre me pareció un compromiso más que suficiente.
Sin embargo ahora es diferente. No sé bien cuándo ocurrió pero ahora tengo ganas de ser "la mujer de", de que me llamen "señora", de tener un simbólico anillo en mi anular izquierdo que muestre mi compromiso de amor con la persona que elegí. Es raro pero ahora tengo ganas.
Hace un año y tres meses, cuando toda esta original historia de amor empezó, sabía que iba a durar. El desafío de hablar un idioma extranjero para los dos, de haber nacido en rincones opuestos del planeta, de habernos encontrado en París, mi amada París, no hacen más que confirmar que evidentemente esto es algo especial.
Todo fue muy rápido pero eso no es más que un buen signo. Cuando estamos seguros, los eventos se encadenan de manera muy fluida. No soporto a Paulo Coelho y no me gusta tener que citarlo, pero admito que tiene razón cuando dice: "Cuando quieres algo, todo el Universo conspira para que realices tu deseo."
Desde la propuesta oficial, la confirmación en Burano, Venecia, hasta hoy, pasaron un montón de cosas. Decidimos hacerlo lo antes posible, ¿para qué esperar?.
Entre tanto, nos fuimos de vacaciones a Ucrania donde todo el tema casorio es muy importante. Hay tantas tradiciones como novias vestidas de blanco crucé un sábado en un parque de Kiev. Tuve la suerte de asistir a uno relativamente tradicional de unos amigos nuestros. Se casaron en la Iglesia Ucraniana (cristiana, mezcla de ortodoxa con prácticas bizantinas, con hermosos íconos dorados y servilletas bordadas) en una emotiva ceremonia totalmente hablada en ucraniano (que hubiese sido aún más emotiva si hubiese entendido lo que decían) y luego hicieron un festejo muy íntimo en un restaurant del centro de Kiev. Fue una hermosa experiencia que quizás contaré en detalle en otro post.
Nosotros queremos hacer algo simple, que se parezca a nosotros. Empezamos pensando en un picnic a orillas del Sena, después pasamos a un parque. Ambos lugares terminaron siendo inviables por diferentes razones pero la idea del picnic al aire libre nos seguía gustando.
Después de horas y horas de internet, poniendo vayaunoasaberqué en Google esperando que aparezca EL lugar, dimos con él. Es exactamente lo que buscábamos: un jardín hermoso y muy grande con la posibilidad de estar adentro si el tiempo no acompaña.
Lo fui a visitar al día siguiente, me tomé el tren sola. Lamentablemente él no podía venir porque era un día de semana a la mañana. Llovía mucho pero así y todo, en cuanto puse los pies en el pasto del lugar, supe que era ese. Me pasé todo el viaje de vuelta en tren contándole a mi media naranja lo maravillosofantásticoperfecto que era el lugar en una verborragia inusual en mí. Creo que hasta mencioné que quería mudarme al pueblito.
La búsqueda del vestido empezó antes porque quería aprovechar el período de rebajas (del 28 de junio al 1 de agosto), mi 75% judío se manifestó.
Tenía una idea bastante clara de lo que quería: nada de froufrous, merengues, tules, rococo, puntillas, transparencias, velos y la mar en coche. Quería algo sencillo, un toque geométrico, edgy, rock and roll, original. Muy pronto supe que para eso no tenía que buscar en las casas de novias.
Me decidí bastante rápido (finalmente, tantas horas leyendo revistas y blogs de diseño de todo tipo sirven para algo más que el placer de mis ojos). Una tarde de fines de julio, junto con mi tía y prima lo encontramos. Estaba ahí colgado, un poco escondido y triste en su percha. Fue mi prima la que le hizo "piedra libre", me buscó mi talle y me lo trajo. Y era ese. Y es ese.
Los zapatos fueron amor a primera vista. Me los compré en el acto.
Empezamos a avisarles a nuestros invitados con poca anticipación por lo cual, desgraciadamente, muchos de ellos no pueden venir porque ya tenían planes.
Ayer a la noche terminamos las invitaciones oficiales. Fue mucho más trabajo del que nos imaginamos. Pero acá están terminadas (estoy orgullosa y quiero mostrarlas):
Invitación al civil |
¡Oh la lengua de Molière! Evidentemente, la única que escribimos juntos |
pa ruski |
Las crónicas del casorio continuarán. Habrá mil y una anécdotas por contar, empezando por el momento en que se conozcan las consuegras quienes no tienen un sólo idioma en común y que pasarán varias horas juntas en la cocina preparando los manjares que degustaremos esa noche (ellas se ofrecieron, ¿eh?).
Me voy al gimnasio, no vaya a ser cosa que después no me entre el vestido.