En mis viajes me gusta escribir y describir un poco lo que veo. Mis notas no tienen ninguna intención de ser mostradas. Son sólo para mí. Había perdido un poco esta costumbre pero, por suerte, la reviví.
Este verano hicimos dos grandes viajes y recorrimos miles de kilómetros, visitamos centenas de ciudades y conocimos decenas de personas. Estoy contenta que todo quedó registrado en mi(s) Moleskine que es como mi disco duro externo (el interno corre riesgos permanentes).
Asi que, si bien las páginas de mis libretas sólo se abren ante mis ojos, hoy me dieron ganas de abrir una, así, al azar, y mostrarla:
Esto pretende ser las hermosas islas Vesterålen (pronunciar "Vesterolen") y Lofoten, en el norte de Noruega.
No tengo mucho futuro como cartógrafa, me tomé demasiadas licencias. El trazado verdadero es éste.
La página siguiente es de cuando llegamos a Reine, que como había mucho viento, nos costó plantar la carpa...
03 octubre 2011
11 septiembre 2011
Despertando en el Sahara
Me despierto de un sueño que ,si me lo acordara, podría ser un buen cuento. Soñé hasta con el título. Me cuesta abrir los ojos, tengo arena en la cara, la chèche azul se me salió y ahora sólo me da media vuelta al cuello y el resto de los 3 metros se cae hacia el costado. La cabeza, incómoda, está apoyada sobre un largo almohadón de cuero que cosió la esposa de nuestro anfitrión tuareg. Abro los ojos y sigo sin reconocer las constelaciones, pero ahora veo además un planeta que no se veía a la noche. Sé que no es ni Marte ni Venus, ¿Júpiter o Saturno?. La noche es de una oscuridad absoluta.
En el desierto no hay silencio. Nunca. Todo resuena. El viento acaricia las dunas y algunos arbustos pinchudos (los cram-cram que se pegan a la ropa). Se escucha al burro loco que vimos correr al atardecer. Habrá tenido otra visión y pasa corriendo por atrás. La brisa dulce que sentí toda la noche paró de soplar. El gallo insistente anuncia la inminente salida del sol. La arena se enfrió. A medida que pasan los minutos, se empieza a adivinar el contorno de la carpa a unos metros más allá de mis pies. "Están en su casa, si quieren entrar mitad de la noche, háganlo sin preguntar", nos dijo el tuareg antes de darnos la última taza de té, "dulce como el amor". En unos minutos más ya se ve todo muy claro. En el cielo no hay más estrellas. Es de un azul-celeste hermoso. El sol va a salir en cualquier momento, del lado de Tombuctú. Se empiezan a escuchar las voces a lo lejos. Deduzco que hablan tamasheq, suena un poco al árabe. Los bebés se despiertan. Ahora veo la silueta de una mujer pasar por detrás de los arbustos. No estaba en la fiesta de anoche. Estoy acostada sobre una alfombra verde y azul, recién ahora que hay luz veo cómo es. Es lo único que me separa de la arena, aún tibia de los más de 40º que hicieron ayer. La arena está poblada de criaturas. En sólo unos segundos puedo ver a un gran escarabajo, hormigas y unos bichos que saltan como grillos, pero que no son grillos. La arena va tomando un color naranja. La carpa de yute cruje.
Sé que estoy despierta pero mi sueño era mucho más real que esta realidad.
El sol saldrá - ahora sí - de un momento para otro del horizonte. Si no fuera por el sol, me sería imposible conocer los puntos cardinales, hay horizonte a 360º y ningún punto de referencia. Sólo dunas y arena naranja.
Cuando el sol salga y caliente la atmosfera nuevamente, hasta los más de 40º diarios, nuestro hospedador nos llevará en dromedario - de la misma forma que vinimos - de vuelta a Tombuctú, a la casa de Bagna, nuestro anfitrión en la ciudad. Un bela, antiguos esclavos de los tuaregs "en sentido figurado", nos dijo en el auto cuando nos fue a buscar.
Las cabras están todas sentadas mirando al este, a pocos metros del perímetro de las carpas, delimitado con ramas secas. Me hacen acordar a la formación quasi mística de las gaviotas al atardecer en la playa.
El gallo vuelve a cantar aunque el sol ya hace un rato que brilla con toda su fuerza.
En el desierto no hay silencio. Nunca. Todo resuena. El viento acaricia las dunas y algunos arbustos pinchudos (los cram-cram que se pegan a la ropa). Se escucha al burro loco que vimos correr al atardecer. Habrá tenido otra visión y pasa corriendo por atrás. La brisa dulce que sentí toda la noche paró de soplar. El gallo insistente anuncia la inminente salida del sol. La arena se enfrió. A medida que pasan los minutos, se empieza a adivinar el contorno de la carpa a unos metros más allá de mis pies. "Están en su casa, si quieren entrar mitad de la noche, háganlo sin preguntar", nos dijo el tuareg antes de darnos la última taza de té, "dulce como el amor". En unos minutos más ya se ve todo muy claro. En el cielo no hay más estrellas. Es de un azul-celeste hermoso. El sol va a salir en cualquier momento, del lado de Tombuctú. Se empiezan a escuchar las voces a lo lejos. Deduzco que hablan tamasheq, suena un poco al árabe. Los bebés se despiertan. Ahora veo la silueta de una mujer pasar por detrás de los arbustos. No estaba en la fiesta de anoche. Estoy acostada sobre una alfombra verde y azul, recién ahora que hay luz veo cómo es. Es lo único que me separa de la arena, aún tibia de los más de 40º que hicieron ayer. La arena está poblada de criaturas. En sólo unos segundos puedo ver a un gran escarabajo, hormigas y unos bichos que saltan como grillos, pero que no son grillos. La arena va tomando un color naranja. La carpa de yute cruje.
Sé que estoy despierta pero mi sueño era mucho más real que esta realidad.
El sol saldrá - ahora sí - de un momento para otro del horizonte. Si no fuera por el sol, me sería imposible conocer los puntos cardinales, hay horizonte a 360º y ningún punto de referencia. Sólo dunas y arena naranja.
Cuando el sol salga y caliente la atmosfera nuevamente, hasta los más de 40º diarios, nuestro hospedador nos llevará en dromedario - de la misma forma que vinimos - de vuelta a Tombuctú, a la casa de Bagna, nuestro anfitrión en la ciudad. Un bela, antiguos esclavos de los tuaregs "en sentido figurado", nos dijo en el auto cuando nos fue a buscar.
Las cabras están todas sentadas mirando al este, a pocos metros del perímetro de las carpas, delimitado con ramas secas. Me hacen acordar a la formación quasi mística de las gaviotas al atardecer en la playa.
10 julio 2011
11 junio 2011
Ironía
"Chambord enojado", "Chambord hace la Revolución" |
Me pareció una ironía del destino que el Castillo de Chambord esté de huelga.
Mandado a construír por François I y en parte diseñado por Leonardo Da Vinci, el castillo era un bastión de caza.
Desde el siglo XVI vio desfilar parte de la realeza y sigue siendo un símbolo de arquitectura renacentista.
Como una burla a toda la historia, en 2011, un grupo de plebeyos cerraron el castillo en señal de protesta y plantaron pancartas en colores fluo donde se leían mensajes como: "Chambord hace la revolución", "Basta de blablablá", "Chambord enojado", "Chambord en todos sus Estados"....
Gracioso, ¿no?
Una huelguista reparte panfletos |
Château de Chambord (1516) - En el departamento de Loir-et-Cher. Monumento histórico y Patrimonio mundial de la UNESCO |
04 mayo 2011
Máquina del tiempo
Entre la beatificación del Papa “Siervo de Dios”, el casamiento del Príncipe y la Cruzada contra el enemigo árabe, me siento perdida en la Edad Media.
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