Primero que nada miedo.
De no poder darle todo y más. De
transmitirle mis dudas, mis conflictos irresolutos, mi inmadurez.
Del compromiso, de no poder abandonar,
de la responsabilidad para toda la vida.
Al deber compartido, a la decisión
correcta, a mi insensata incompetencia.
No me decido si decirle tirana
o sabia a esta naturaleza que nos instala un reloj biológico que
comienza su cuenta regresiva en el momento en el que ponemos un pie
sobre este planeta.
Ayer nació el primer hijo de la
hermana de una amiga de infancia, la cual, a su vez, también está
embarazada.
Otras dos amigas de infancia tuvieron
hijos este año, una el segundo, la segunda el primero.
Otra está embarazada, otros amigos de
acá tuvieron una hace poquito y la vamos a conocer el sábado.
Nuevas vidas todo a mi alrededor.
Tengo a mi sobrinita (¿los hijos de
los primos son sobrinos?) que me ilumina el día cuando la veo. Y a
los otros que están demasiado lejos.
Pero yo no sé si quiero. Yo no sé si
puedo.
Escuché varias veces el argumento que
empieza por « egoísta » a quienes deciden no tener hijos
pero yo casi que diría lo opuesto: « sincero ». Quizás
las dudas son mayores que las certezas y toman la sabia decisión de
no procrear.
Yo no estoy lista y no sé si lo estaré
en algún momento. Pienso en mi vida, en mis prioridades, en mis
incertidumbres y nada encaja. Menos otra vida.
Yo a un hijo quisiera transmitirle todo
lo que tuve yo, y más. Quiero un amor incondicional, quiero
paciencia infinita, quiero enseñarle todo lo que sé y aprender
juntos mucho más. Quiero darle libertad para que explore, para que
descubra este mundo loco, absurdo y maravilloso. Quiero estar siempre
para él, para dar respuestas, amor, contención, coraje. Quiero
protegerlo sin asfixiarlo, acobijarlo cuando hace frío. Quiero que
nos divirtamos juntos, que pensemos juntos, que descubramos juntos.
Quiero que vivamos juntos esta aventura de por vida, que aprendamos
de cada etapa, él conmigo, yo con él. Quiero que construyamos un
eslabón irrompible en la cadena de relaciones con los demás. Quiero
que tenga un padre presente, amoroso, protector, seguro, tranquilo,
que le muestre otros puntos de vista, que le cuente otros cuentos,
que le enseñe otros juegos. Pero, por sobre todas las cosas, quiero
que emprendamos esta aventura de a dos, porque se necesitan dos para hacerlo, porque de a dos somos más
fuertes, porque dos corazones aman más fuerte.
Todavía no existís pero esperame, al
final de cuentas, siempre fui lenta.
No te preocupes, mon chéri, sólo escribo en voz alta.