Acabo de volver de un encuentro sobre Energías Renovables Marinas en Brest. Una de las conferencias fue sobre las relaciones y diferencias del mercado británico y francés. Dos señores pescadores muy caricaturescos (tatuajes de anclas y serpientes de varias cabezas sobre los antebrazos, panza prominente uno, bíceps enormes el otro) que se reconvirtieron en hombres de negocios al abrir su propia empresa de barcos adaptados para los molinos de viento offshore, contaban las dificultades de su trabajo. En particular una que me hizo reflexionar en las vueltas paradójicas de la historia: en UK es extremadamente difícil conseguir personal capacitado para navegar, léase marinos, personal de puerto, skippers, etc. ¿No es casi gracioso que en la nación de piratas por excelencia, de filibusteros y corsarios, del Capitán Drake, Cook y Sir. Henry Morgan (Sir!! un pirata Sir!!) escaseen los marineros? A mi me pareció genial.
Y a la vuelta, en el tren leía un artículo sobre la invención del motor a vapor por James Watt, otro inglés. El motor fue fundamental en la Revolución Industrial, casi que no hubiese habido tal revolución de no haber existido Mr Watt. El texto contaba como Watt se estaba haciendo un té mientras su mujer se ocupaba de sus cinco hijos en la habitación de al lado. Puso la pava en el fuego y se sentó a esperar que hierva. Su mujer no paraba de ir y venir, de hacer múltiples cosas simultaneamente mientras él estaba sentado, viendo como el fuego calentaba la pava y poco a poco dejaba salir vapor. Parece que en ese momento tuvo la idea, viendo la cantidad de energía gastada por un lado y la concentración de la misma dentro de la pava. Watt tomaba su English Breakfast o su Earl Gray -vaya uno a saber- mientras, potencialmente, se gestaba la Revolución Industrial. Todo por una good 'ol cup of tea.
No sé si será verdad pero es una linda historia, ¿no?. Y yo pensaba que eso no hubiese sucedido en Francia, acá estaban muy ocupados decidiendo la forma de las patas de las sillas, mesas y bañeras. Mezclando escencias para hacer perfumes, decidiendo la tela de los volados y encajes. Haciendo gobelinos y edificios rococó. Un Paris-Brest no los llevaba ni hasta Chartres... aunque a mi el TGV Brest-Paris me llevó hasta mi casa en el molino*.
Eso nomás.
*juego de palabras muy trucho, mi calle se llama "Moulin des Près"