El 3 fue tu cumple y, casi como una broma del destino, no pude escribirte en todo el día. Los mensajes a mamá no se mandaban, tampoco a los chicos. Me sentí muy sola. Con todo este dolor que vive conmigo pero que el 3 dolía más que de costumbre. Aunque sea necesitaba una computadora para escribirte, para desearte feliz cumple, como siempre, para decirte lo mucho, lo terrible, lo asquerosamente hiriente que es este sentimiento de extrañarte en permanencia.
Hubiese dado todo, cualquier cosa, por escuchar tu voz, porque, aunque sea, vengas a visitarme en un sueño... un ratito no más. Pero no, no estás.
Al borde de desesperar, decidí hablarte. Mientras caminaba, mientras tomaba el metro, mientras tomaba el bus para ir al aeropuerto porque justo ese día viajé a Barcelona. Y te hablé, te conté, te pedí tu opinión, te escuché... y estuviste.
Y sólo cuando cierro los ojos y me calmo, escucho tu voz que viene de adentro mío, de muy profundo. Sólo cuando me calmo te puedo agarrar de la mano -constatar que las mías son una versión femenina de las tuyas- y cruzar la calle. Sólo cuando me calmo estás, venís, vivís en mi. El dolor hace mucho ruido, ¿sabés? y no es fácil hacerlo callar.
A veces me vienen flashbacks de la pesadilla que vivimos los 5 esos días. Pero de una manera macabra puedo ver la belleza pura de esos momentos. De esos "mini milagritos" que se dieron y puedo revivir la sensación física de una mirada, de un suspiro, de tu última respiración.
Tus primeros 60 años...
Juntos cumpliremos muchos más...
Porque cuando me calmo
Vos vivís en mi.